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Visión México

DOBLE FILO

VISIÓN MÉXICO


Por: José Edgar Ángeles Reyes








Los sismos de los días 7 y 19 del presente mes, no solo nos han quitado la tranquilidad, vidas humanas y el patrimonio de miles de familias; también nos han invitado a la reflexión

Resulta difícil comprender como es que, en menos de dos semanas nuestro país haya tenido la mala fortuna de presenciar dos de los eventos naturales más devastadores de los últimos años. Los sismos de los días 7 y 19 del presente mes, no solo nos han quitado la tranquilidad, vidas humanas y el patrimonio de miles de familias; también nos han invitado a la reflexión, ha sacar el lado humano y solidario del pueblo mexicano, y a reconfigurar el papel de la sociedad civil en la escena nacional.

El pasado 7 de septiembre, alrededor de las 23:49 horas, un sismo de magnitud de 8.2 grados en la escala Richter, con epicentro a 133 kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, sorprendió a miles de mexicanos en el sur y centro del país. Dicho sismo, a decir de las autoridades, causó graves afectaciones en los estados de Chiapas, Oaxaca y Tabasco, provocando la muerte de más de 100 personas, así como daños en miles de viviendas, edificios e infraestructura pública.

No obstante que a magnitud de dicho evento ha sido reconocida como de las mayores en la historia del país, el gobierno federal comenzó la atención a los municipios afectados de manera progresiva, ya que las dimensiones cada vez eran más desalentadoras conforme se avanzaba en el censo de los daños causados, más de 63 mil viviendas dañadas, mil escuelas, 250 iglesias, 92 caminos, 8 puentes y cerca de 1 millón y medio de damnificados, como cifras iniciales.

La ayuda comenzó a fluir en días posteriores, víveres y ropa fue lo que en primera instancia comenzó a distribuirse por las regiones afectadas, mientras los censos de las casas continuaban a fin de evaluar la cantidad de recursos a inyectar vía FONDEN. Sin embargo, los tiempos para la reconstrucción son de largo plazo y las acciones requieren de recursos humanos, materiales y financieros que valga decir, son escasos.

Sin todavía digerir lo que sucedía en el sur del país, un nuevo sismo se presentó el día 19 de septiembre a las 13:14 horas, teniendo ahora como epicentro 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos, de magnitud 7.1 grados. La gravedad de este sismo radico en su cercanía a la Ciudad de México y los estados de Puebla, Estado de México, Tlaxcala, Veracruz, Guerrero e Hidalgo, donde las afectaciones han sido de grandes dimensiones.

Si bien es cierto, que la atención mediática se centró en la Ciudad de México por las afectaciones a escuelas, departamentos, edificios públicos, viviendas, comercios, fabricas, hospitales y demás, los daños y pérdidas humanas también lo han sido en diversos municipios de los demás estados. Por ello, el despliegue del Ejército, Marina, Policía Federal y Protección Civil no se hicieron esperar. La devastación también requirió la intervención de la sociedad civil, quien tomo la iniciativa de apoyar las tareas de búsqueda y rescate de probables sobrevivientes en los escombros.

En la Ciudad de México los saldos han sido mayúsculos, 318 decesos, 688 edificios con riesgos y 321 con daños estructurales que deberán ser dictaminados y decenas de miles de damnificados que esperan rehacer sus vidas. En los demás estados la situación es similar, los daños causados han sobrepasado las estimaciones iniciales, miles de familias se encuentran en la desgracia y solo la ayuda es lo que los mantiene de pie.

Sin duda, lo rescatables de todo esto es que los grupos de apoyo son numerosos, desde aquellos que aportan víveres, ropa y donaciones económicas, hasta los que contribuyen en los lugares afectados removiendo escombros, con asistencias médicas, psicológicas, etc., todo de manera totalmente desinteresada.

Lo realmente difícil comienza ahora, la parte de la reconstrucción y la dinámica de incorporación a las actividades normales, por decirlo de alguna forma, será el reto de las autoridades para brindar a los afectados las mejores condiciones. Pocas veces como hoy, vemos el gran espíritu altruista de la sociedad mexicana, la bondad y el carácter solidario de nuestro pueblo. De política, economía, violencia, inseguridad, etc., no es momento, bastaran unas semanas más para tratar los temas en su justa dimensión.

Por lo pronto, un abrazo a quienes tuvieron pérdidas humanas y materiales, un reconocimiento a aquellos que apoyaron en mayor o menor medida en esta tragedia, un exhorto a las autoridades para que continúen en las tareas de apoyo y mi más sentido rencor a quienes lucran con el dolor de los afectados.

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