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Tetelcingo: Regresar al origen del dolor

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Tetelcingo: Regresar al origen del dolor



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Integrantes de la VI Brigada Nacional de Búsqueda realizaron un acto simbólico en la fosa clandestina que la propia Fiscalía del Estado de Morelos utilizó, durante varios años en el panteón del poblado de Tetelcingo, para abandonar poco más de un centenar de cuerpos. Hasta ahora sólo a 12 de ellos se les ha devuelto su nombre.



Por Aranzazú Ayala para el proyecto A dónde van los desaparecidos



Después de cinco años, Edith y su familia regresaron al lugar donde encontraron a su hermano Israel, quien fue secuestrado en 2012, a los 34 años de edad. Nadie supo de él hasta cuatro años más tarde, cuando se encontró su cuerpo en la fosa que la Fiscalía del Estado de Morelos realizó en el panteón de Tetelcingo para abandonar ahí 119 cuerpos. Hasta hoy sólo 12 de ellos han sido identificados.

Tetelcingo es un pequeño pueblo dentro de la marcha urbana de Cuautla, capital histórica de Morelos. El viernes 15 de octubre, el amplio atrio de su iglesia recibió a los integrantes de la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, quienes de ahí partieron a una procesión hasta la zona del panteón que, durante varios años, las autoridades utilizaron como fosa.

Familias que viajaron de 26 estados del país hasta Morelos, para buscar a sus seres queridos desaparecidos, decidieron realizar en Tetelcingo un acompañamiento espiritual para devolver a la tierra la vida y cerrar una parte de ese ciclo del impunidad que empezó hace seis años, cuando se descubrió que era la propia Fiscalía del estado la que abandonaba en ese lugar los cuerpos de personas sin vida.


 
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Edith, hermana de Israel, frente al panteón de Tetelcingo donde estaba la fosa común donde encontró a su hermano. Crédito: Aranzazú Atala/A dónde van los desaparecidos.

 


Oliver y 118 cuerpos



En 2015, las fosas de la Fiscalía de Morelos evidenciaron aún más la crisis forense que vive México y que va de la mano con la ola de desapariciones que ha dejado, hasta la fecha, más de 91 mil personas de las que no se conoce su paradero.

La existencia de la fosa de Tetelcingo se conoció gracias a la familia de Oliver Wescenlao Hernández, secuestrado en 2013 en Morelos. Pese a que su cuerpo fue encontrado sin vida y llevado al Servicio Médico Forense (Semefo), la Fiscalía tardó en entregar el cuerpo a sus familiares, argumentando que tenía que hacerle todas las pruebas periciales correspondientes para la identificación.

De pie viendo hacia las tumbas del panteón de Tetelcingo —mientras algunas familias dejan flores de cempasúchil en el lugar en donde estaba la fosa y en donde ahora se colocó una cruz—, Edith, hermana de Israel, cuyo cuerpo también se encontró en ese lugar, cuenta que cuando la familia de Oliver regresó al Semefo a solicitar el cuerpo, le dijeron que ya no estaba ahí: lo habían inhumado en una fosa común.

Edith recuerda que fue María —mamá de Oliver— y la tía Amalia quienes obligaron a las autoridades a sacar el cuerpo de la fosa. Ellas grabaron el momento en que la retroexcavadora abre la tierra. “Como el cuerpo de Oliver era el último, tuvieron que sacar todos los cuerpos que estaban ahí. La familia hizo público el video y nos pidió apoyo a las familias que ya estábamos en búsqueda, a la universidad del estado y a actores políticos como Javier Sicilia. Nos juntamos todos los colectivos a exigir a la Secretaría de Gobierno y a la Fiscalía que se abriera esa fosa común”.

 
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Previo a la peregrinación de la iglesia de Tetelcingo hacia el panteón. Foto: Aranzazú Ayala/A dónde van los desaparecidos

 


Los pendientes de la Fiscalía

Después de Tetelcingo aparecieron otras fosas en Jojutla; ahí los cuerpos fueron exhumados en 2017.

Las familias de Morelos no han dejado de trabajar para continuar con la identificación de esos cuerpos, ahora de manera mucho más activa y organizada. Las autoridades no les han permitido utilizar cámaras para documentar los hallazgos, ni que participen peritos independientes en las identificaciones.

La Fiscalía ha apostado por los perfiles genéticos para encontrar las identidades de los cadáveres, pese a que este procedimiento es caro y complicado.

“No nos quedó de otra —dice Edith— más que tratar de recolectar toda la información para llevársela a las familias: los dibujos de los tatuajes, de la ropa, y a ver si alguien dice: ‘Mi hijo tenía el tatuaje de la mariposa o las uñas pintadas así´”.

La buscadora da un dato para mostrar lo tardado que es este procedimiento de identificación: apenas este año se validaron los perfiles genéticos que se hicieron en las exhumaciones de Jojutla en 2017. Edith considera esa validación como “un mero trámite burocrático”, ya que se requiere que cuatro instituciones (Guardia Nacional, Fiscalía estatal, Fiscalía General de la República y la Universidad del Estado de Morelos) comparen su información y digan que es correcta.

“Cuatro años de espera —remarca— y hasta apenas empezarán a botar las coincidencias (de los perfiles genéticos). El Estado nos hace sufrir más (tiempo); es algo que está en sus manos”.

Las familias que han encontrado otras fallas en los procesos de identificación, por ejemplo, el archivo fotográfico está incompleto y parte del material está en blanco y negro. Edith comenta que las autoridades utilizaban un detector de metal, que se le pasaba a los cuerpos para ver si tenían aretes o clavos, pero la mesa donde se hacía esa prueba era de metal.

“No avalamos el proceso, de ninguna forma, pero vamos a estar ahí con la información que tenemos de las familias…hay una responsabilidad de las autoridades por nunca haber hecho bien su trabajo”, dice la integrante del colectivo Regresando a Casa Morelos.

 
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Procesión de familiares y habitantes del pueblo hacia el panteón de Tetelcingo. Crédito: Aranzazú Ayala/A dónde van los desaparecidos

 


El adiós a Tetelcingo



Además de Edith, otra de las integrantes del colectivo Regresando a Casa Morelos encontró a su familiar en la fosa de Tetelcingo. El cuerpo de Jessica Mercado Benítez, secuestrada a los 15 años de edad en 2012, el mismo año que Israel, también fue hallado en ese sitio.

Israel fue secuestrado el 24 de julio de 2012, en Cuernavaca, Morelos; los plagiarios pidieron un rescate para su liberación y la familia no supo más de él. Cuatro años después, su cuerpo se encontró en las fosas de Tetelcingo. Su hermana Edith estuvo activamente en la búsqueda; hoy forma parte del colectivo Regresando a Casa Morelos.

Edith comenta que, aunque su mamá ya tiene una tumba dónde visitar a Israel, a dónde llevarle flores en día de muertos, aún faltaba cerrar el ciclo, por eso los integrantes de la brigada decidieron colocar una cruz en el lugar donde se encontraba la fosa.

Mientras Edith habla, con el rostro de su hermano cubriendo todo su pecho y tórax en una playera con su fotografía, otras familias de Morelos, Guerrero, Veracruz, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Ciudad de México y Puebla seguían acercándose a la cruz de madera de más de dos metros de alto para contemplar por unos momentos el lugar. En ese sitio, de donde la retroexcavadora sacó los cuerpos de Jessica y de Israel, los integrantes de la brigada plantaron dos macetas de flores blancas; el objetivo es transformar un espacio de muerte en un jardín de vida.

Las familias de Israel y de Jessica pudieron tener su último cierre y despedir con un abrazo colectivo uno de los lugares que evidenció cómo en México las personas desaparecen dos veces: cuando sus cuerpos son hallados, el Estado, muchas veces, las vuelve a desaparecer.



Aranzazú Ayala (@aranhera) es colaboradora y parte del equipo de A dónde van los desaparecidos y reportera en Lado B en Puebla

www.adondevanlosdesaparecidos.org es un sitio de investigación y memoria sobre las lógicas de la desaparición en México. Este material puede ser libremente reproducido, siempre y cuando se respete el crédito de la persona autora y de A dónde van los desaparecidos (@DesaparecerEnMx).

*Foto principal: Familiares ven desde la orilla del panteón la ceremonia espiritual de cierre y despedida de la fosa clandestina de Tetelcingo. Crédito: Aranzazú Ayala/A dónde van los desaparecidos.


 

Aranzazú Ayala


 

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