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El nuevo final de Carmen

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda






El nuevo final de Carmen

Carmen es una ópera estrenada el 3 de marzo de 1875 de cuatro actos compuesta por el francés Georges Bizet. La obra versa sobre Carmen, una gitana que en pleno 1820 seduce a un cabo de guardia, Don José, para después abandonarlo por el amor de un torero, Escamilla. Enloquecido por los celos y la traición -que la misma Carmen advierte en su célebre Habanera, no es la primera- hiere mortalmente a la gitana.

Como una ópera de la corriente verista que es -de hecho, la primera en su tipo-, la intención era mostrar una trama sórdida con situaciones realistas, rompiendo la división entre ópera cómica y trágica, por supuesto con un final con este elemento. Podemos ser más claros si comparamos otro compositor verista, Giacomo Puccini con su La Boheme, que también culmina con la muerte de su protagonista, en este caso, Mimí.

Estos finales trágicos, reminiscentes ancestralmente de las tragedias griegas, mostraban el final inevitable de sus protagonistas, algunas veces fruto de sus propias acciones (como el caso de la mencionada Carmen) o como producto de un destino funesto, como Mimí.

Pues bien, este trabajo, construcción argumental, desarrollo de personajes y sublime musicalmente hablando, recién ha sido sesgado por ese progresismo radical que pretende borrar y negar el pasado solo porque les resulta incómodo.

En Francia está próxima a estrenarse una versión de Carmen donde la protagonista no muere, sino que se defiende y termina matando a Don José, ello con el argumento de que no debería “aplaudirse el asesinato de una mujer”.

Estamos en una época donde lo políticamente correcto empieza a invadir todo, incluyendo propiedad intelectual de obras con una escala de valores diferente en una época diferente.

Bizet, Ludovic Halévy, Henri Meilhac y Prosper Mérimée, quien escribió la novela en la que se basaron los primeros tres concibieron la historia con un argumento y un final decidido por ellos. No hay más. No se trata, en absoluto, de un cambio menor. Adulteraron un final, para que sea más cómodo para el popule, y, de paso, adulteraron la esencia de la protagonista, pues ella sabe cuál es su destino y cómo habría de terminar, es el leitmotiv de toda la obra. Este giro de trama solo constituye una burla y una destrucción del propio leitmotiv que el mismo Georges Bizet había remarcado desde el mismísimo primer acto de la ópera.

Si el director de la ópera que cambió el final tenía tanto deseo de empoderar más a Carmen, pudo haber escrito su propia ópera. Con una reminiscencia. Y no pasaba nada.

Igual de congruente (que no correcto) sería que también cambiasen el segundo acto de la ópera de Puccini, Tosca, en la que Tosca mata a Scarpia con un puñal. ¿Por qué no incurren en ese mismo sin sentido? Sencillo: porque Scarpia es hombre, y, aparentemente, todos los hombres somos intrínsecamente malos. Ahí sí podemos prescindir de la igualdad de género.

Me parece irrisorio y sorprendente que el director, supuestamente un conocedor de ópera y alguien docto en el tema, no conozca la diferencia entre “aplaudir la obra” y “aplaudir la muerte de una mujer”.

Pero ya lo dijo el poeta Schiller una vez: “Contra la estupidez, hasta los mismos dioses luchan en vano”.

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