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Cogito Ergo Sum

 

Ni fue el Estado, ni todos somos Yndira

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda







Ni fue el Estado, ni todos somos Yndira

Hace una semana, para no perder la costumbre, tuvimos otra noticia de abuso de autoridad. La activista Yndira Sandoval había sido violentada y sus derechos humanos violados. Al menos, eso es lo que decían comunicados y noticias que se expandían como gripe entre los portales de noticias.

Yo fui uno de tantos al que “se le llenó el buche” de indignación al enterarme de ello por los comunicados que allegados a Sandoval hacían llegar o el reportaje de Sanjuana Martínez (que dijo que los de Ayotzinapa habían sido quemados en hornos de Bimbo o que, de alguna forma, Alejandra Lagunes hace bots a diestra y siniestra para la presidencia a pesar de que la Coordinación de la Estrategia Digital Nacional, que poco tiene que ver con Twitter y Facebook y mucho con la modernización del gobierno federal, ya con eso nos damos una idea de qué tanto la ciegan sus axiomas) en La Jornada.

¿Quién me puede culpar? Yo mismo he sido víctima de abusos y extorsión de la policía. No es secreto para nadie que las corporaciones policíacas de los tres niveles cuando no hacen su trabajo, están viendo a quién fastidian, por elegir una palabra amable.

La versión de la activista dice que policías de Tlapa la detuvieron arbitrariamente, alegando que se había negado a pagar el costo de una consulta cuando Sandoval alega que solo había ido a sacar dinero de un cajero automático.

Al volver, encontró que seis elementos de la policía municipal intentaban detener a su compañero, “porque supuestamente se habían negado a pagar la cuenta de la clínica”.

Para evitar una injusticia, reveló que ella era defensora de derechos humanos. Convincentemente, y como suele suceder en estos casos ella también la detuvieron. Cuando solicitó que se aplicara el protocolo para que en lugar de un policía la revisara una policía, una agente la calló con malas palabras y le dijo: “Aquí en Tlapa te chingas”.

Acto seguido la lanzaron a la parte trasera de la camioneta, le apretaron la herida que había ido a curarse a la clínica, y supuestamente la torturaron “física y sicoemocionalmente”

De acuerdo con la versión de Yndira, al llegar a la comandancia sucedió lo peor. Mientras una agente vigilaba en la puerta de la celda, la policía que la había agredido la sometió, le tocó los senos, le desabrochó el pantalón y le metió los dedos en la vagina. “La violación duró unos cinco minutos”

Naturalmente, las redes sociales estallaron de ira. Se creó el hashtag Todos somos Yndira y el feminismo de la tercera ola ardía en vengativo regocijo de encontrar su tema fetiche de la semana. Muchos medios tomaron esta versión como la pura verdad. No hacía falta nada más.

Lo que la defensora de los derechos humanos no contaba, es con algo muy irónico, algo que se nos recomienda que hagamos los civiles ante los abusos y que a ella le aplicaron: grabar video que sirva como testimonio.

Aquí mismo están los videos.





No veo ni escucho nada de lo que Sandoval alega que le dijeron. De hecho, a quien veo comportándose violentamente es a ella. Estando completamente ebria (muy respetable, es una señora ya mayorcita, pero uno esperaría que tuviese la madurez para hacerse responsable de esos comportamientos). Diciéndole a los uniformados “pueblo jodido” y “ojete”.

También la versión del médico que la atendió concuerda con lo visto y con lo declarado por la policía de Tlapa. Yndira y su acompañante llegaron, ebrios, a amenazar al galeno y decirle que “no sabía con quién se estaba metiendo” y que “se iba a acordar de ellos”. Estoy seguro que eso último lo cumplieron.



Tan mitómana es esta defensora de derechos humanos que dijo que había dado una conferencia en la Preparatoria 11 de Tlapa, en Guerrero el 16 de septiembre pasado. Lógicamente ninguna escuela labora en 16 de septiembre. Ninguna. Incluso esta supuesta conferencia ya fue desmentida por el director del plantel.

¿Alguien sale afectado de esto? Por supuesto, una mujer, menos mediática que Yndira Sandoval, con menos acceso a medios de comunicación, pero igual de vulnerable. La oficial difamada.

Es a ella a quien le deberían hacer hashtags, a ella a quien deberían respetar su derecho de réplica.

No una pseudo activista que se aprovecha de su posición para amenazar gente y arruinarle su vida con una mentira tan grave como una violación.

A menos que con “El Estado me violó”, se refiera al estado de ebriedad, Yndira Sandoval debería recoger los retazos de dignidad que le quedan y volver a la oscuridad. Dejar de hacerse la víctima. Ella no lo fue.

Y debemos también analizar a quiénes le prestamos atención. Esta persona claramente hizo (mal)uso de su posición como activista para sentirse invencible. Ahorita ya le jodió la vida a una policía. ¿Qué otro luchador social sin honor hará que la opinión pública crucifique a quién? ¿Quién sigue?

Yo no soy Yndira Sandoval. No me gusta la mentira. Sáquenme de ese “todos somos Yndira”.

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