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Adios Arila, te extrañara Cándido… y todos

A la memoria de “Arila”; historia escrita originalmente en febrero del 2014. Con cariño para Cándido, su cuidador por 36 años

 

COMUNIDAD

Adios Arila, te extrañara Cándido... y todos


Cuando Cándido Corona Martínez de 50 años, se va de vacaciones, Arila sufre como una novia abandonada, se pone triste, se le va el apetito y está malhumorada, cuando él regresa el resentimiento le puede durar días enteros aunque siempre, al final, busca su mirada…

A Arila no le importa que Cándido sea casi 20 años mayor que ella, totalmente lampiño y “amarillo” para su gusto, no sepa trepar árboles, ni comer frutas o hierbas crudas, demasiado débil, lento y con poco peso, así lo quiere, es su amigo y quizás algo más que eso si no fuera porque el 2% de los genes de ambos son diferentes, los de ella de gorila y los de él de homo sapiens.

Cándido es el cuidador de Arila desde hace 32 años en el Zoológico de Zacango de esta población y desde entonces ha aprendido a quererla y a entenderla, pues nadie como él, puede interpretar a la perfección cada uno de sus gestos o movimientos, lo que ha permitido salvarle la vida en situaciones de emergencia o enfermedad.

No obstante al compartir el 98 por ciento de la genética, ambos viven sentimientos comunes que incluso a Cándido le resultan difíciles de explicar en algunos momentos: “Es algo más que una amistad, poco menos que el amor, pero transita entre el afecto y la preocupación constante que puedes sentir por un familiar muy cercano, tan cercano como un hermano, un hijo o quizás una pareja”.

Cuando la pequeña Arila llegó al parque, apenas un año después de su fundación, Cándido acababa de conseguir ese empleo y casi de inmediato fue comisionado a cuidar de la pequeña primate. Desde entonces él la ha visto y ayudado a su desarrollo integral.

Pero para Arila la vida no ha sido fácil, la “impronta” que tuvo con seres humanos a tan corta existencia la han convertido en una gorila solitaria. Jamás se ha acostumbrado a otros gorilas y por eso mismo jamás se le pudo conseguir marido, aunque la administración del Zoológico lo intento en varias ocasiones.

En 1992 por ejemplo, Arila enviudo de un macho del que apenas comenzaba a tomar confianza, luego fue trasladada al Zoológico de Chapultepec para intentar acoplarla con “Bantú”, otro enorme ejemplar de su especie, pero no pudo, en realidad le inspiraba miedo, rehuía de él, recuerda Cándido quien incluso tuvo que ser trasladado tres meses a la Ciudad de México para estar cerca de Arila y tratar de tranquilizarla, finalmente aquello tampoco resulto, ya que al igual que los seres humanos los gorilas pueden experimentar atracción o rechazo, y esto condicionar las relaciones íntimas.

Al paso de los años Arila se ha convertido en una adulta solitaria, pendiente de cualquier movimiento que haga su cuidador de 50 años, es celosa y cariñosa, nadie puede tocar a Arila salvo Cándido y otro de sus cuidadores por quien también ha desarrollado sentimientos especiales.

Salvo el personal del parque, pocos saben que Arila no soporta ver a Cándido cerca de otras “hembras”, ya que de inmediato arremete contra las intrusas y les lanza piedras, frutas o lo que encuentre cerca; también saben que ella es sentida y odia que se ausente de su puesto, porque se enoja, deja de comer o se pone triste.

Para Candido el sentimiento es similar, cuando pasa mucho tiempo sin verla, como en vacaciones, constantemente la recuerda y hasta la extraña, no deja de pensar si ya habrá comido, si le habrán dado su papaya que tanto le gusta o si no tendrá frío o le faltara algo, porque más allá de su desigual aspecto, de sus abismales diferencias genéticas el afecto común que se tienen prevalece sobre todo.
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