“Yo creo que, con esta estrategia, buscan poder decir que la cifra de desapariciones va a la baja, porque, si nos fijamos bien, casi no le están dando atención a los casos de larga data, se están enfocando más en los casos inmediatos“, señala el buscador, en referencia a que resolver las desapariciones recientes podría permitir al gobierno controlar los números al alza.
Esto implica el riesgo, advierte, de que, mientras las cifras oficiales disminuyen, las personas que llevan mucho tiempo desaparecidas sigan sin ser encontradas.
Salazar explica que, en la nueva estrategia, el modelo de búsqueda generalizada es una de las principales acciones para atender los casos de larga data, debido a que muchas veces las desapariciones están conectadas y requieren de jornadas de rastreo conjuntas y análisis de contexto cruzados.
“Desgraciadamente, el Estado nos convierte en casos de larga data”, asegura Lucía Rico. Desde que Rodrigo desapareció en 2019, las autoridades aún no le han permitido el acceso a las cámaras de videovigilancia del C5, y hasta hace apenas unas semanas el Instituto Nacional Electoral (INE) no le había entregado las huellas dactilares de su hijo para poder incluirlas en el cuadernillo de búsqueda, un documento que reúne fotografías, información genética, el cuestionario ante mortem (con datos biográficos, físicos, de salud), la ficha somatológica (con una descripción facial y corporal detallada), y el fotovolante de búsqueda de la persona desaparecida.
“Esperemos que sí cumplan lo que están prometiendo, y sí colaboren con el C5 y el INE, porque aparte de eso a las familias que llevamos muchos años buscando no nos están ofreciendo nada nuevo”, sostiene Lucía, quien vende papas fritas y banderillas en el centro de la capital para costear los gastos familiares y la búsqueda de su hijo. “Todo es búsqueda inmediata, y yo digo, qué bueno que los encuentren inmediatamente para que ya no haya más familias sufriendo este dolor que sentimos, pero también tienen que darnos propuestas nuevas a nosotras”.
Un Gabinete Metropolitano
Durante la presentación de la nueva estrategia, Brugada anunció que en mayo estaría funcionando un Gabinete Metropolitano integrado por las autoridades de búsqueda del Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Morelos, Puebla, Tlaxcala y la CDMX, proyecto que aún no se ha concretado.
Sobre esta iniciativa, Lira explica que, si bien la coordinación entre estados limítrofes es clave para localizar, por ejemplo, a personas desaparecidas que pudieran haber ingresado a los Semefos (Servicios Médicos Forenses), también deberían fortalecerse los vínculos con instituciones de entidades como Michoacán, Guerrero y Jalisco. “Es bien sabido que esos estados son usados para el ocultamiento de cuerpos, la trata y el reclutamiento forzado”.
Salazar explica que están en el proceso de firmar convenios con los estados que colindan con la capital, y buscarán suscribirlos a nivel nacional. Agrega que la importancia de esta colaboración radica en implementar un plan de identificación que incluya crear en la CDMX un banco con los perfiles genéticos de personas fallecidas no identificadas y de familiares de personas desaparecidas en la capital, para poder cotejarlos con los registros de otras entidades federativas. “Todo esto ya lo estamos trabajando y esperamos que en las próximas semanas pueda instalarse un primer gabinete metropolitano”, afirma el funcionario.
Jaqueline Palmeros, madre de Jael Monserrat Uribe, quien fue localizada sin vida en la zona boscosa del Ajusco en noviembre del año pasado, subraya que una omisión importante de la nueva estrategia es que no incluye
medidas de seguridad para las familias buscadoras. Si bien la mayoría habita en la Ciudad de México, muchas viven cerca de los presuntos perpetradores, ya sea porque han sido absueltos o no pueden ser detenidos por falta de pruebas.
La buscadora, fundadora del colectivo Una Luz en el Camino, señala que no se está contemplando una metodología de búsqueda que incorpore enfoques diferenciados con poblaciones en situación de vulnerabilidad, como las infancias, las mujeres —con búsquedas que integren la perspectiva de género—, los pueblos originarios —con la presencia de traductores e intérpretes en las distintas etapas del proceso—, y las personas de la comunidad LGBTIQ+.