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Llamar “Feminazis” a mujeres las estigmatiza y discrimina

Además de llamar a la violencia y rechazo contra su lucha histórica; se trata de una expresión misógina y machista, que avala las luchas de los hombres pero degrada la de las mujeres

PLUMAS

Por: Patricia Vega Villavicencio






Llamar "Feminazis" a mujeres las estigmatiza y discrimina



Volvamos a Gobbles y a su célebre frase que dice más o menos así “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Diles mil veces “feminazis” a las mujeres manifestantes y en poco tiempo tendremos una ola de odio acendrado hacia quienes muestren cualquier atisbo feminista o femenino en una sociedad ya de por sí enferma de intolerancia y rechazo hacia la otredad. En una sociedad violenta.

Encuentro una enorme contradicción cuando alguien dice que comulga con la paz, pero por otro lado ofrece, de manera pública, términos propagandísticos fuera de contexto para definir una actitud o acción con la cual difiere, tan sólo por el hecho de estar en desacuerdo.

Me refiero a la aberración “feminazi” –de nuevo—porque ha proliferado como hongo en la mente de miles de personas que lo usan para defenestrar a las participantes de las manifestaciones de mujeres.

Lo peor sería que la persona que usa esta falacia, se rasgara las vestiduras cuando las mismas colectivas disidentes del sistema patriarcal se crean sus propios términos como “jóvenas”, “les otres”, “todes”, “mi cuerpa”, etcétera, para visibilizar a las minorías que, consideran, están al margen de la atención social y gubernamental. “Afuera tú no existes”.

¿Por qué la práctica anterior incomoda a ciertas conciencias, y no así la denominación “feminazi” que no alude ni en atisbo a la raza aria, ni a lo “supremacista” del Ku klux klan? Encuentro que la relación se sucede por la ferocidad del actuar de las mujeres manifestantes de los últimos meses en diferentes universidades del país y más recientemente en las conmemoraciones del 8 de marzo o el 25 de noviembre.

“No somos vándalas”, comenta Mala, mujer encapuchada que forma parte del colectivo Indómitas Feministas Radicales, y describe a su agrupación integrada por “mujeres emancipadas, combatientes, libres de pensamiento, sólo queremos ser libres. Somos mujeres radicales, de raíz, de identificar el problema de las mujeres, de origen. Mujeres contestarias, transgresoras del mismo sistema que transgrede nuestros derechos, del patriarcado”.

Mala, al igual que otras jóvenes estudiantes de preparatoria, licenciatura y hasta de secundaria, mantienen un plantón desde el pasado 9 de marzo, fuera de la cámara de diputados mexiquense, en donde la Comisión de igualdad de género de la Legislatura local les recibió estas cinco peticiones el 17 de marzo: 1. Creación de refugios permanentes para mujeres, víctimas de violencia, dirigidos y atendidos por mujeres. 2. Legalización del aborto en el Estado de México, priorizando la contratación de mujeres en la atención de abortos. 3. Rechazo o reforma de la Ley de Identidad de Género para evitar invisibilizar a las mujeres. 4. Contar con una menstruación digna, promoviendo leyes para el uso gratuito de insumos principalmente ecológicos, en escuelas y espacios públicos. 5. Evitar y frenar la persecución de manifestantes de cualquier movimiento social.

“Violencia no es pintar o romper un pedazo de piedra que no nos representa”, dice Mala, “no podemos pensar en desmadrar la ciudad, por supuesto que estamos enojadas, pero las que estamos aquí nunca hemos sido violentas con ningún ser humano”. Aunque se deslindaron de otras colectivas que sí agredieron a mujeres policías, Mala consideró que por un acto de sororidad, no juzgarán nunca a sus pares, aun cuando hayan hecho algo deleznable, puesto que el patriarcado, por siglos, ha satanizado a todas.

¿Qué se escucha de los gritos, de las pintas del monumento a Miguel Hidalgo, del rechazo a los reporteros varones? Si guardamos silencio y nos abstenemos del repudio, se oyen los actos simbólicos de la subversión, el cansancio, el límite y el acto iconoclasta, como le llaman ellas, un performance para los sistemas gubernamental y social que no han sabido escuchar con palabras.

La propuesta explícita en las cruces y las pintas que se siguen haciendo, son un alto al feminicidio, y a la impunidad. No es una manifestación contra los hombres, sino contra el machismo que todos, hombres y mujeres llevamos en ciertas palabras, ciertos actos, sin darnos cuenta y que silenciosamente han llevado a la tragedia que vivimos. Esta agrupación le llama “el peor genocidio” de nuestro tiempo.

El respeto a la vida, a las mujeres, al cuerpo humano son un derecho que la sociedad y el Estado en todos sus niveles de gobierno no han sabido ofrecer; por ese motivo, continuarán las manifestaciones, asentó Mala, consciente de que su principal objetivo: derrocar al sistema patriarcal, es un cometido a largo plazo… Y la adjetivación despectiva de la que son objeto y con la cual empezamos esta columna, ella lo sabe, son la resistencia de este sistema milenario que se niega a perecer.

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