Respecto al dictamen aprobado en el Congreso, Manzanares alerta sobre el riesgo que supone la nueva CURP con datos biométricos y su monitoreo en tiempo real. “No nos han explicado cómo lo van a trabajar y nos preocupa no saber cómo serán utilizados esos datos. No cualquier persona puede tener tu información y, de última, eso no sirve para buscar a desaparecidos”, comenta.
Sobre este punto
se pronunciaron más de cien colectivos del país, días antes de la aprobación del dictamen, insistiendo en la idea de que imponer un sistema de vigilancia no contribuye a la búsqueda de sus seres queridos. Contrario a lo sostenido por la Segob, aseguran que las reformas no partieron de una consulta amplia y pública, como sí sucedió con la Ley General en Materia de Desapariciones, aprobada en 2017 después de un proceso de tres años en el que participaron familiares, personas expertas, organizaciones defensoras de derechos humanos y autoridades.
“Hoy por hoy, ninguna organización, ninguna plataforma, puede decir que habla por todas las víctimas o por todos los colectivos”, apunta Meyatzin Velasco Santiago, coordinadora del área de educación del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh). Con estas mesas, afirma la defensora, no se agotan las demandas y propuestas de quienes viven día a día la crisis de desapariciones, familias que no están representadas por los colectivos, redes y plataformas con los que Segob se reunió.
Velasco considera que una de las limitantes de las mesas de diálogo fue la centralidad de la Ciudad de México. Aunque la Segob facilitó algunas reuniones virtuales, insiste en que la dependencia debería apostar por descentralizar la atención institucional, por ir a los territorios —donde tienen lugar las desapariciones— y escuchar a las víctimas, de la mano de organizaciones de la sociedad civil locales que llevan años, incluso décadas, acompañándolas.
La defensora menciona también la falta de claridad sobre la metodología para sistematizar o canalizar las propuestas, que incluían la renuncia de las titulares de la Comisión Nacional de Búsqueda, Teresa Guadalupe Reyes Sahagún, y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra.
“La mayoría [de las familias] estábamos en la postura de que, por dignidad, tienen que renunciar”, sostiene Manzanares.
Tampoco hubo claridad en cómo se seleccionaron las propuestas de colectivos que se tradujeron en las 30 modificaciones a la ley.
Un tema del que no se quería hablar
Fue hasta el pasado 5 de marzo, cuando el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco informó sobre el hallazgo del
rancho Izaguirre en Teuchitlán, donde el Cártel Jalisco Nueva Generación operaba un centro de adiestramiento en el que se hallaron fragmentos de
restos óseos calcinados, que la presidenta Sheinbaum posicionó el tema de las desapariciones en la agenda pública y tomó acciones concretas. Ese mismo mes, el día 27, envió al Senado las
iniciativas de reforma a la ley, y el 2 de abril la Segob emitió una convocatoria para reunirse con colectivos de búsqueda en mesas de trabajo.
“El rancho Izaguirre y la presión internacional obligaron a la Presidencia a responder ante un tema que para nada había sido del agrado [del oficialismo] desde el sexenio de Andrés Manuel”, asegura Juan Carlos Trujillo, cofundador de la Red de Enlaces Nacionales, una plataforma que aglutina a más de 200 colectivos de familiares en todo el país.
La apertura del Gobierno federal obedece a un proceso de contención del caso Teuchitlán, pero también a la decisión tomada el 4 de abril por el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU de activar el
artículo 34 en México, considera Trujillo, quien junto con su madre, María Herrera Magdaleno, busca a sus hermanos Jesús, Raúl, Gustavo y Luis Armando, desaparecidos en 2008 y 2010.
Villalobos señala que estas mesas fueron el resultado de los acercamientos —menos publicitados— que, desde el inicio del sexenio, mantuvieron distintos colectivos y plataformas con el Gobierno federal, incluido el propio MNDM, pero reconoce que el caso Teuchitlán fue lo que reforzó el sentido de urgencia del tema.
Las reuniones con la Segob se realizaron 14 años después de que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por el poeta Javier Sicilia, forzara la apertura de un diálogo público, de alcance nacional, sobre los impactos de la violencia. En 2011 se hablaba de 10,000 personas desaparecidas, actualmente son más de 129,000.
Durante el primero de los llamados
Diálogos de Chapultepec, el 23 de junio de 2011, decenas de familiares de víctimas como Sicilia, padre de Juan Francisco, asesinado junto con otras seis personas en 2011, y Araceli Rodríguez, madre del sargento Luis Ángel León Rodríguez de la Policía Federal, desaparecido junto con otras siete personas en 2009, se reunieron en el Alcázar del Castillo de Chapultepec con el presidente Felipe Calderón y parte de su gabinete.
“Lo que en ese momento me tocó sentir [era] que algo podía cambiar en el país”, dice Trujillo al recordar los diálogos, en los que participó también su madre. Ese intercambio derivó en la Ley General de Víctimas, aprobada por el Congreso en abril de 2012, e impugnada por Calderón, que presentó una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación para impedir su publicación.
“Él no quería que existiera”, asegura Rodríguez, quien califica como “cruel y trágica” la decisión del mandatario de “vetar” una ley que recuperaba la voz y la experiencia de las víctimas, sus deseos y necesidades.
El presidente Enrique Peña Nieto cumplió su compromiso de campaña y, en enero de 2013, promulgó la Ley General de Víctimas. “Para nosotros, como Movimiento por la Paz, era un gran logro: algo que no existía empezó a existir para darle certeza jurídica a las familias”, explica Rodríguez. A partir de ese momento, algunas familias comenzaron a recibir asesorías jurídicas gratuitas, y atención psicológica o médica, aunque otras, reconoce, “se quejaban porque [la ley] no era tan operable”.
Con la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014, dio inicio otro proceso de diálogo para enfrentar la crisis de desapariciones en México.
Decenas de colectivos de familiares de víctimas —acompañados de representantes de organizaciones de la sociedad civil y de organismos internacionales— lograron que el 16 de noviembre de 2017 se promulgara la Ley General en Materia de Desapariciones.