Desde 2004 Miroslava seguía el rastro a la infiltración electoral de los grupos criminales. Al momento de su asesinato –como
reveló La Jornada- estaba investigando la perforación ilícita de pozos de agua y la compra de equipos de alta tecnología para riego en al menos nueve municipios de la entidad, todo ello como parte de una operación de lavado de dinero del narcotráfico.
Denunciar la narcopolítica era peligroso en un estado que encabezaba las listas por número de asesinatos, y de impunidad, desde la declaración en 2006, por el gobierno de Felipe Calderón, de la estrategia de seguridad de la llamada “guerra contra las drogas”.
Miroslava había
cubierto los asesinatos de un abogado cercano y su fuente de información (Miguel Etzel Maldonado), de líderes indígenas, ambientalistas y defensores de derechos humanos como el abogado del ejido rarámuri de Baquéachi, pueblo al que acompañó documentando su lucha por recuperación de tierras.
Cubrió el caso de una madre que pedía justicia por el asesinato de su hija (Marisela Escobedo) y fue abatida a las puertas del Palacio de Gobierno. Allí mismo las organizaciones sociales
colocaron un monumento llamado la Cruz de Clavos, pidiendo justicia por todos los asesinatos de mujeres, incluso –después- el de Miroslava.
“Miroslava decía que ella tuvo que escribir sobre crímenes cuando la nota política se convirtió en nota roja”, recuerda una periodista que trabajó con ella, a quien Miroslava entrenó, y con quien vivió en Juárez cuando fue jefa editorial de
El Norte.
La percepción general en su entorno es que no hablaba de las amenazas que le hacían para no asustar a sus hijos o a su familia. Las manejaba como si fuera algo normal en su vida. “Sólo a veces se guardaba en casa unos días”, recuerda la misma periodista.
Chihuahua ya destacaba en la nota roja: estado fronterizo con Texas, desde los años 80 se hizo famoso por el hallazgo del primer plantío industrial de marihuana (el rancho de Búfalo); una década después por las imparables desapariciones y asesinatos de mujeres jóvenes de maquiladoras, los hallazgos de las primeras fosas en viviendas y por ser territorio controlado por el narcotraficante Amado Carrillo, alias
El Señor de los Cielos, fundador del Cartel de Juárez. En 2010 y 2011 Ciudad Juárez fue la ciudad más peligrosa del mundo.
Una muerte cantada
Cuando se supo de su asesinato, hubo tantas y tan variadas hipótesis sobre quién habría ordenado su muerte, como enemigos se había ganado Miroslava por sus notas.
En el expediente de su asesinato quedó constancia de ello: (Para protegerlos la Fiscalía le otorgó seudónimos a cada declarante).
“[Miroslava] era una persona consciente de que el medio en que se movía, por las diversas cuestiones que estaba tocando podían resultar incómodas o afectar los intereses de ciertas personas, que eso le podía generar represalias. Pero también tenía claro cuál era su responsabilidad como periodista”: Testigo
Mila, familiar.
“Era una persona muy firme en sus decisiones y en su carácter. Defendía mucho sus ideales, fuera quien fuera el personaje”: dijo
Silver, un familiar, quien reveló: “Estuvo recopilando y documentando información relacionada con las actividades ilícitas realizadas en la administración pasada, así como la relación con los nexos con el narcotráfico. Así como las propiedades ilícitas que había comprado el gobernador (César Duarte) y todos sus allegados”.
“Tenía documentado todo el enriquecimiento ilícito del gobernador César Duarte y de la relación con el narco que tenían varios políticos, que iba a ir sacando poco a poco reportajes, me comentó que tenía información de la relación minera que tenían los narcos con los gobernantes y gente de gobierno”, testigo sin seudónimo. La persona que dio ese testimonio recuerda que, como medida de seguridad, Miroslava compró diferentes bandas anchas en otros estados del país para hacer búsquedas por internet sin que sus datos quedaran registrados en los portales que visitaba.
“Comentó que el presidente municipal de Chínipas estaba relacionado con el crimen organizado en dicha región serrana, los que mencionaba ligados a esas actividades, los integrantes eran de la familia Salazar, y también hizo publicaciones de un sujeto del crimen organizado de la zona serrana que apodaban
El 80”: testigo
Monge, colega.
El testigo
Jaguar declaró: “Escribió sobre los vínculos entre política y narcotráfico, corrupción, desplazamiento en la sierra, abusos contra las mujeres, la tala clandestina (…) En pláticas personales hablaba sobre la situación en Chínipas, sobre
Los Salazar, un grupo de narcotraficantes que tenían dominados directamente a los pobladores, donde referían que estaban cansados con la manera en que estas personas se conducían en el pueblo, por las amenazas, extorsiones, homicidios y narcotráfico”.
A todos les llamó la atención la nota sobre los narcocandidatos, y sobre los directores de policía municipales impuestos por narcotraficantes.
“Los pobladores (de Chínipas) le manifestaban que estaba tomado el pueblo por grupos del crimen organizado”:
Aries, periodista quien agregó: “Siempre proporcionó la información al último momento, antes de la publicación, para evitar la fuga de la información”.
“Señalaba que miembros de la delincuencia estaban presionando a los líderes partidistas de la región para que postularan candidatos impuestos por ellos. Incluso, advertían a los ciudadanos que sólo habrían esos candidatos que ellos apoyaban”:
Casio, funcionario.
En los testimonios comenzó a salir a flote la presión a la que estaba sometida.
Los Salazares, viejos conocidos
Como dijo la misma Miroslava en la llamada con Piñera: ella sabía quiénes eran
Los Salazares. Habían nacido en el mismo pueblo y allí montaron su base de operaciones. Según el expediente judicial contra Adán y Alfredo Salazar, desde allí controlaban el tráfico de drogas a Estados Unidos.
Tras la muerte del padre de Miroslava, la familia Breach se mudó a Navojoa, Sonora, una ciudad cercana al pueblo. Allá también
Los Salazares (como ella los nombraba, conocidos también como
Los Salazar o
Gente Nueva Salazar) expandieron sus negocios ilegales y asentaron sus familias.
El 27 de agosto de 1999, Breach publicó su primera nota sobre los abusos de los narcotraficantes de la Sierra Tarahumara y mencionó Chínipas. Basada en una denuncia de organizaciones de defensa de derechos humanos y rarámuris en esta señalaba “a los narcocultivadores que aterrorizan (…) cometiendo homicidios, torturando y quemando viviendas de las comunidades indígenas para obligarlos a trabajar en la siembra de mariguana y amapola”.
“Llegan a las zonas más intrincadas de la Sierra Tarahumara, narcotraficantes de otros estados y a la fuerza se apoderan de las parcelas propiedad de los indígenas para establecer en ellas las siembras de enervantes, obligándolos a trabajar en los predios hasta la cosecha –escribió-. (Lo hacen) ante la pasividad de elementos de la Policía Judicial del Estado y de las autoridades municipales”.
Chínipas es un municipio chihuahuense enclavado en la Sierra Tarahumara, cuya actividad económica, educativa y el sistema de salud, depende más de jurisdicciones de Sonora que de Chihuahua. Es un lugar estratégico para la siembra y trasiego de droga pues queda en el límite de dos estados fronterizos con Estados Unidos.
En 2000, entre la columna
Don Mirone, cuya autoría aún compartía con su amigo el periodista Manuel Aguirre, y en sus notas de
La Jornada, Miroslava mencionó seis veces a Adán Salazar Zamorano, a quien describió así: “otro presunto narcotraficante cuya fama pública trasciende al convertirse presuntamente en el principal productor y comprador de droga en la zona serrana de Chihuahua”.
El 10 de octubre cuestionó que ese hombre que se decía empresario fue detenido en la ciudad de Chihuahua y dejado en libertad a pesar de que le encontraron armas de uso reservado para el Ejército e incluso, recibió una carta de no antecedentes penales.
El 19 de septiembre de 2004 publicó sobre un atentado que sufrió ‘
Don Adán’ en un fraccionamiento de lujo de la ciudad, en una de sus tantas propiedades, del que lo salvó su escolta de hombres armados. Entonces mencionó que financiaba campañas políticas.
“Ese narcotraficante es nada más y nada menos que ‘Don Adán Salazar’, como le dicen los presidentes municipales de Chínipas, de donde es oriundo, y donde se le conoce por el fuerte financiamiento que otorga a las campañas políticas de los candidatos a presidentes municipales y diputados de aquella región. Los presuntos sicarios detenidos con un arsenal, son en su mayor parte originarios de Guazapares y Urique, donde Adán Salazar tiene un importante coto de poder, al igual que en Chihuahua, donde cada vez es más evidente que goza de la protección policiaca”, escribió.
Luego denunció en una nota la participación de los grupos del narcotráfico en las elecciones: mencionó a alcaldes, incluido el de Chínipas, “con relaciones peligrosas”; que los grupos armados movilizaban a electores para que votaran por sus candidatos; que las autoridades municipales brindan protección a los narcos y el quiebre del tradicional sistema de partidos influido por el dinero que inyecta el tráfico ilícito de drogas.
En 2005, 2007 y 2008 insistió de distintas formas con lo que pasaba en la región, fuera mencionando la protección política recibida por
Los Salazar, o los vínculos del alcalde, o la inconformidad por la inauguración de la mina Palmarejo en el municipio, encuadrada en lo que llamó “la fiebre del oro” en la sierra. También consignó en una nota la aparición de una narcomanta del Cartel de Juárez donde acusaba a Adán Salazar Zamorano y su hijo Alfredo Salazar Ramírez, de ser los fundadores del Cártel de Sinaloa en Chihuahua y de haber operado impunemente por 10 años en la capital. Ella mencionó en sus notas cómo prosperaron en los sexenios de dos gobernadores priistas.
En 2005 el clan de
Los Salazar ya había sido investigado como sospechoso de haber cometido la primera desaparición de un periodista en México: José Alfredo Jiménez Mota, del periódico sonorense
El Imparcial, quien había escrito sobre los capos que controlaban el tráfico de drogas en Sonora, y el apoyo que recibían de funcionarios. Aún hoy, 14 años
después sigue desaparecido.
En el cateo a viviendas relacionadas a
Los Salazar en Sonora, en la búsqueda del joven reportero, fueron encontradas fosas –según la investigación periodística llamada
Proyecto Fénix-, y un zoológico en un rancho de Navojoa. Tres personas consultadas para esta serie afirmaron que esa familia aún tienen leones, y –según el dicho popular- los usa para desaparecer personas.
En 2010, Miroslava siguió con el tema de la infiltración de los grupos del narcotráfico en la política. Publicó que “candidatos piden permiso al narco en Chihuahua para hacer campaña”, y dijo que la Sierra Tarahumara es una “tierra sin ley” de la que se apoderaron grupos criminales, entre ellos el de Alfredo Salazar, a quien señaló como responsable de la primera masacre del país en el periodo de la llamada “guerra contra las drogas”: la masacre de Creel, ocurrida en 2008, cuando fueron asesinados 12 jóvenes y un bebé.
Para 2011, sus notas fueron más direccionadas. Denunció la llegada “a bordo de avionetas”, de grupos criminales “aparentemente provenientes desde Sonora”, para abrir una nueva ruta de droga. “Sólo en murmullos se menciona el nombre de Alfredo Salazar Ramírez, ligado al cártel de Sinaloa, como responsable de la operación logística para sacar cientos de toneladas de mariguana que se quedaron varadas en ranchos y comunidades”, escribió Miroslava el 18 de septiembre. Ese año la Policía Federal
capturó a
Don Adán, el patriarca de la organización, en la ciudad de Querétaro, en el centro del país.
1 Comment
Cuanta corrupción en nuestras autoridades, que pena, dolor de que existan estas historias llenas de impunidad de quienes debieran cuidar la LIBERTAD de todos nosotros.